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2 ¡El oro ha perdido su lustre! ¡Se ha empañado el oro fino! ¡Regadas por las esquinas de las calles se han quedado las joyas sagradas! A los apuestos habitantes de *Sión, que antaño valían su peso en oro, hoy se les ve como vasijas de barro, ¡como la obra de un alfarero! |
3 Hasta los chacales ofrecen el pecho y dan leche a sus cachorros, pero Jerusalén ya no tiene sentimientos; ¡es como los avestruces del desierto! |
4 Tanta es la sed que tienen los niños, que la lengua se les pega al paladar. Piden pan los pequeñuelos, pero nadie se lo da. |
5 Quienes antes comían los más ricos manjares hoy desfallecen de hambre por las calles. |
6 hoy se revuelcan en la inmundicia. Más grande que los pecados de Sodoma es la iniquidad de Jerusalén; ¡fue derribada en un instante, y nadie le tendió la mano! |
7 Más radiantes que la nieve eran sus príncipes, y más blancos que la leche; más rosado que el coral era su cuerpo; su apariencia era la del zafiro. |
8 Pero ahora se ven más sucios que el hollín; en la calle nadie los reconoce. Su piel, reseca como la leña, se les pega a los huesos. |
9 ¡*Dichosos los que mueren por la espada, más que los que mueren de hambre! Torturados por el hambre desfallecen, pues no cuentan con los frutos del campo. |
10 Con sus manos, mujeres compasivas cocinaron a sus propios hijos, y esos niños fueron su alimento cuando Jerusalén fue destruida. |
11 El Señor dio rienda suelta a su enojo; dejó correr el ardor de su ira. |
12 y la consumió hasta sus cimientos. No creían los reyes de la tierra, ni tampoco los habitantes del mundo, que los enemigos y adversarios de Jerusalén cruzarían alguna vez sus *puertas. |
13 Pero sucedió. Por los pecados de sus profetas. Por las iniquidades de sus sacerdotes. ¡Por derramar sangre inocente en las calles de la ciudad! |
14 Con las manos manchadas de sangre, andan por las calles como ciegos. a tocar siquiera sus vestidos. |
15 «¡Largo de aquí, *impuros!», les grita la gente. «¡Fuera! ¡Fuera! ¡No nos toquen!» Entre las naciones *paganas les dicen: «Son unos vagabundos, que andan huyendo. No pueden quedarse aquí más tiempo.» |
16 El Señor mismo los ha dispersado; ya no se preocupa por ellos. |
17 ni compasión para los ancianos. Para colmo, desfallecen nuestros ojos esperando en vano que alguien nos ayude. |
18 de una nación que no puede salvarnos. A cada paso nos acechan; no podemos ya andar por las calles. Nuestro fin se acerca, nos ha llegado la hora; ¡nuestros días están contados! |
19 Nuestros perseguidores resultaron más veloces que las águilas del cielo; nos persiguieron por las montañas, nos acecharon en el desierto. |
20 También cayó en sus redes el *ungido del Señor, que era nuestra razón de vivir. Era él de quien decíamos: ¡Viviremos bajo su sombra entre las naciones! |
21 ¡Regocíjate y alégrate, capital de Edom, que vives como reina en la tierra de Uz! ¡Pero ya tendrás que beber de esta copa, y quedarás embriagada y desnuda! |
22 Tu castigo se ha cumplido, bella Sión; Dios no volverá a desterrarte. Pero a ti, capital de Edom, te castigará por tu maldad y pondrá al descubierto tus pecados. |